miércoles, 3 de octubre de 2012

El escorpión se pica a sí mismo

(Ejercicio I)


Comía gelatina en la mesa de comedor de la casa. Eran las seis de la mañana, y el plato parecía una piscina rota de color morado. La pizza recalentada en el microondas soltaba un vapor raro, también había unas cuantas latas de cerveza apachurradas sobre la mesa. Su desayuno se parece al de un jugador experto de Battlefield.

Había celebrado solo. Y quizá era eso lo que había que celebrar. Lo demás eran triunfos de una operación simple que cualquiera habría podido realizar. No se sentía particularmente orgulloso de ello. En su cerebro estaba claro que no se trataba de un Pulitzer o un premio Nobel, ni siquiera una cosa así de este mundo, realmente era un premio dentro de una Universidad mediocre que se caracterizaba por formar abogados por toneladas. O sea que se trataba de un premio al mejor abogado chimbo de Bogotá. ¡Salud! Otra cucharada de gelatina, no fuera que le doliera la próstata.

Su pelo lacio y negro, pegado contra el cráneo parecía una sola masa tiesa acaramelada por la grasa que seguramente le transmite la pizza. Su altura de cuerpo entero parece derrotada en la mesa. En el televisor de la habitación retoza Jota Mario con las flacuchas de paso. Hay que ir a clase hoy también. Será obvio que anoche trasnochó preparando algún documento para un curso que tiene que dictar en algún lado.

–Doctor Alborán, –le dijo un profesor de la Facultad mientras se tomaban la copa de vino, –un premio así es muy merecido. Sin duda el apoyo de la doctora Rodríguez ha sido muy importante–. El recuerdo de la cara de su colega le recordaba la sonrisa espantosamente torcida de Selena, la doctora Rodríguez no se podía reír de otra manera, era como si una mitad de su cara no estuviera de acuerdo con la otra mitad.

El clon de sí mismo comenzó a mirarlo desde el espejo en el que se mira todos los días antes de salir a clase. Allá en el espejo, tenía corbata, un Hernando Trujillo lo hacía parecer decente, sonriente, orgulloso. Acá contra la mesa pensaba que el millón y medio de pesos que le daban por el premio no le alcanzaba para mayor cosa, y que afortunadamente la fiesta que hicieron después fue cerca a la Universidad, así, no pagó nada. Selena se había ido temprano después de unas cuantas cervezas, porque no podía llegar tan tarde a su casa, su marido la esperaba. Con esa plata se iba a comprar unas mancuernas de oro que había visto otro día. Por eso valieron la pena las últimas cervezas, las que se tomó sólo.

Todo estaba bien ¿cierto? Era el premio a la investigación. Él está en la academia, es su premio. Poco importa que haya sido la presión de sus amigos la que permitió que se lo dieran, el decano quería que fuera para él.

La receta de leche asada con vino que sirvieron en el cóctel posterior a la entrega del premio debía haber sido suficiente indicio de que no era el resultado de sus investigaciones lo que se premiaba. Era más bien como un concurso de Miss Universo, había que tener buena ropa. Selena sin ropa se veía peor, y aunque él era el elegido por ella, eso no era para sentirse orgulloso.

Pensó si mandaba enmarcar el cartón donde constaba el premio. Se desprendió de la mesa para recogerlo del piso. Lo miró con la tristeza con que mira al niño que le pide plata después de limpiarle el vidrio a la camioneta. Había que enmarcarlo.

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