El policIa de la Corte se apoya contra la puerta del edificio y se hurga las unias. No mira al otro policIa que mira a la mona enfundada en un jean de color verde, y ninguno de los dos me mira cuando entrando al edificio por la puerta principal, suelto la molotov y Marcela el peto que se va a estallar contra un ventanal como a un metro de distancia del policIa limpia unias. DespuEs nos subimos al bus que que va pasando. La mona sale corriendo y se lleva con ella los ojos el otro policIa fijos en los jeans.
-Tombos pendejos.
(Pero eso no sucede)
El hombre tiene la nariz como una breva madura.
Mira rayado, pero al ver a los tiras corriendo detrAs, para, espera que nos subamos y arranca a toda velocidad.
Marcela sorprendida y yo igual, lo miramos. Sin decir nada, el man alarga la mano para que paguemos el pasaje.
Mi hermano se larga de la Universidad cada vez que hay pedrea. El es bien inocente y yo creo que quiere seguir siEndolo. Por eso se va. Marcela y yo nos preparamos y salimos con los otros.
Mientras espero que ella salga de urgencias me acuerdo del viejo que habIa visto la semana pasada en el centro. De la cara de desamparo acostado en la mitad de la SEptima con calle 26. De los ejecutivos medio esquivAndolo, medio saltAndolo, y nosotros al lado de El tratando de levantarlo. Y El gritando <<dEjenme aquI, sapos hijueputas a ver si un bus me mata y se acaba esta vaina.>> Y la gente buena, caritativa, (miedosa de tenerlo que ver estripado) que da plata para el taxi del viejo (pues era ademAs invAlido) y despuEs nosotros tratando de parar un taxi para que lo recogiera y ninguno paraba.
Uno parO y se llevO al viejo. Problema resuelto, y ya nadie se querIa acordar ni poquito. Y luego vi de nuevo la cara de Marcela al volverlo a ver al viejo haciendo lo mismo esta vez al frente de la Javeriana.
-El tipo se levantO sus diez mil pesos por cada intento de suicidio.
Yo no le creo. Marcela dice que es cierto. Pero es increIble. Yo creo que se lo soniO y no se diO cuenta. Pero ella me dice segura:
-Mira, imAginate en la DEcima como a las seis de la tarde. La buseta arranca y yo me volteo a ver la esquina que vamos dejando. Por el frente de los carros reciEn retenidos por el samAforo pasa un indigente seguido de un pato grande y cuatro paticos amarillos chiquitos.
Ella no sale todavIa de urgencias en el hospital. Y el tombo no se va de la puerta. No sE cOmo entrar. Hay que llamar por telEfono.
Marcela, vuelve.
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