sábado, 22 de junio de 2013

Sobre la muerte en Venecia


"En un instante dado se levantó para encontrar la mirada,
 pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo arriba,
mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida,
 de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le parecía que,
desde lejos, el pulido y amable mancebo le sonreía y le saludaba."
(La muerte en Venecia)


Se ha hablado de un Pathos, al cual no acabo de convencerme de acuñarle el término simbólico, que entregaba al artista a una muerte segura, a una entrega segura a través de lo que podríamos llamar la búsqueda por la belleza. El objeto del artista es en definitiva hacer algo bello, tan bello que intimide a otros. 

Con Adrian Leverkhun esa belleza lo llevaría a la entrega y a la muerte. En von Aschenbach es la muerte la que lo lleva a la Belleza, pues detrás de él se encuentra ese gondolero sombrío que lo lleva por los canales mientras va hablando sólo en una jerga incomprensible. El viaje es gratis y llevado por la fuerza de la voluntad y del destino. --Usted va al Lido. Pero antes de esa muerte que lo lleva, se le ha concedido un deseo que lo deje en felicidad. Podrá ver a ese joven de seis años que es la presentación de lo completo humano y lo completo divino en uno solo.

La peste asola a Venecia y las gentes huyen de ella; von Aschenbach se queda, se entrega a un peluquero desalmado que pretende devolverle una juventud inexistente por medio de artificios de maquillaje, tal y como él mismo había criticado en un hombre ya de edad que pretendía codearse con muchachos adolescentes. 

Pero hay mucha distancia entre uno y otro, las pretensiones de ese otro hombre eran mucho más diáfanas que las de Aschenbach, las de éste eran completamente oscuras incluso para él mismo. Solo quería verlo, lo perseguía por toda la ciudad pretendiendo ser un amante solitario que jamás podría poseer su objeto de deseo y que sólo en la contemplación, como en un cuadro, como viviendo a su sombra, o como su sombra misma, se haría conocedor de todo ese dolor que es la belleza.


En el final de la vida Aschenbach puede conocer la belleza tal cual es. Para alguien que como él a logrado esa belleza hasta ahora por medio de sobrias y potentes lucubraciones de su mente, el verla ahí, delante de sus ojos, es el mejor regalo que le puede brindar la naturaleza y lo divino. Pero es también el sufrimiento de saberla lejana e imposible, es una burla de Dios que muestra la mejor obra de su creación ante ese demiurgo, uno de los mejores a escala humana, y le hace entender que jamás llegará a hacer algo parecido. 

El artista muere entonces, porque ya no hay más nada que hacer.

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