"En un
instante dado se levantó para encontrar la mirada,
pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían
que mirar de abajo arriba,
mientras su
rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida,
de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le
parecía que,
desde lejos,
el pulido y amable mancebo le sonreía y le saludaba."
(La muerte
en Venecia)
Se ha hablado
de un Pathos, al cual no acabo de convencerme de acuñarle el término simbólico,
que entregaba al artista a una muerte segura, a una entrega segura a través de
lo que podríamos llamar la búsqueda por la belleza. El objeto del artista es en
definitiva hacer algo bello, tan bello que intimide a otros.
Con Adrian Leverkhun
esa belleza lo llevaría a la entrega y a la muerte. En von Aschenbach es la
muerte la que lo lleva a la Belleza, pues detrás de él se encuentra ese
gondolero sombrío que lo lleva por los canales mientras va hablando sólo en una
jerga incomprensible. El viaje es gratis y llevado por la fuerza de la voluntad
y del destino. --Usted va al Lido. Pero antes de esa muerte que lo lleva, se le
ha concedido un deseo que lo deje en felicidad. Podrá ver a ese joven de seis años
que es la presentación de lo completo humano y lo completo divino en uno solo.
La peste
asola a Venecia y las gentes huyen de ella; von Aschenbach se queda, se entrega
a un peluquero desalmado que pretende devolverle una juventud inexistente por
medio de artificios de maquillaje, tal y como él mismo había criticado en un
hombre ya de edad que pretendía codearse con muchachos adolescentes.
Pero hay
mucha distancia entre uno y otro, las pretensiones de ese otro hombre eran
mucho más diáfanas que las de Aschenbach, las de éste eran completamente
oscuras incluso para él mismo. Solo quería verlo, lo perseguía por toda la
ciudad pretendiendo ser un amante solitario que jamás podría poseer su objeto
de deseo y que sólo en la contemplación, como en un cuadro, como viviendo a su
sombra, o como su sombra misma, se haría conocedor de todo ese dolor que es la
belleza.
En el final
de la vida Aschenbach puede conocer la belleza tal cual es. Para alguien que
como él a logrado esa belleza hasta ahora por medio de sobrias y potentes
lucubraciones de su mente, el verla ahí, delante de sus ojos, es el mejor
regalo que le puede brindar la naturaleza y lo divino. Pero es también el
sufrimiento de saberla lejana e imposible, es una burla de Dios que muestra la
mejor obra de su creación ante ese demiurgo, uno de los mejores a escala
humana, y le hace entender que jamás llegará a hacer algo parecido.
El artista
muere entonces, porque ya no hay más nada que hacer.
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