"Pero
si alguno convida al diablo a ser su huésped,
para salir
de ese estancamiento y llegar a prosperar,
ése vende su
alma y toma sobre su nuca la carga del pecado de la época,
y de este
modo queda condenado."
Adrián Leverkhun.
Pensar en
la genialidad, en la capacidad humana de ser más que humano, en aquello que
permita a un arte ser más una afectación que una comunicación.
La
disciplina es tan solo un aliciente de la obra, se da sin imponérsela. Su
característica es la afectación que produce y se reproduce; ese pathos no es únicamente
el que percibe quien recibe la obra, es el pathos del quien la crea, del que
hace en ella su ser, que afecta su vida, su mundo en ella.
¿El
enamorado no hace más que pertenecer su mundo a su objeto de deseo? ¿no da su
vida para él? ¿no desea eso? Cada quien se crea, se hace a sí mismo, no hace más
que acabar con su vida momento a momento para lograr lo que pretende. Es una
actitud en igualdad de egolatría y desinterés. La afectación es evidentemente
la causa de ello. La sensibilidad agradecida, o la verdad que se va haciendo más
difusa, obliga a desarrollarse, a materializarse mundo en el creador. El
demonio es aquella afectación que se manifiesta en el creador y que niega todo
lo que es ajeno. El compromiso es consigo mismo, con las intenciones que van más
allá de lo puramente terrenal aun cuando vuelvan a ello. Se sale de lo humano
para manifestarse. Se deshace en sufrimientos cremándose hasta lograr lo que
quiere. ¿Que se logra en un arte en el que se quiere lo máximo? ¿es hacer? El
sufrimiento va más allá de nuestra dominación. Es el afectarse en sí. Es la
entrega de mi propio ego para lograr lo que yo quiero. Entre el método y lo
conseguido no hay más distancia que lo verdadero sentido, aquello que nos
obliga a hacerlo, porque en eso se nos va la vida.
En el que
hace, se requiere una especialidad, una capacidad. Es el elemento mas la
afectación del ser en su necesidad de realizar. El hombre que se crea a sí
mismo para ser lo que quiere.
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