sábado, 23 de noviembre de 2019

La llegada del miedo


Algo muy grave está sucediendo, el mundo es un lugar que genera más miedo que hace 15 o 20 años.
La campaña de terror que se ha venido dando en las ciudades como Cali y Bogotá, genera una zozobra tremenda en la población. Pero basta de decir obviedades. Existen serias dudas respecto del origen de esa campaña.
Son las cuatro de la tarde del viernes, hemos estado pendientes de las noticias, pues el día anterior se había dado el paro y marcha de protesta en contra de las diferentes políticas y situaciones que agobian a nuestro país. Estamos viendo todo desde la barrera, desde lejos, porque hacía apenas unos días habíamos dejado el país para buscar mejores oportunidades en México. El paro fue una grata sorpresa porque los días anteriores se sentía de lejos un rumor pesado de represión y violencia que anunciaba situaciones similares a las de Chile y Bolivia, por no decir mas. Pero en términos generales esto no pasó. Hubo problemas que no trato de minimizar. Violencia institucional de la policía, daños en algunas edificaciones. Pero no hubo los enfrentamientos en la calle generalizados entre los que marcharon y la fuerza pública. Luego vino el cacerolazo, que sorprendió a muchos. La noche tuvo un nuevo dueño que fue el ruido, la protesta y también la alegría. Sin embargo comenzaron a llegar noticias raras desde Cali. Tenemos familia allá y nos contaron que había especies de hordas atacando conjuntos cerrados de casas y apartamentos tratando de vandalizarlos. Que había camiones que pasaban por el frente de los conjuntos y dejaban grupos de personas que iban a atacar esas zonas residenciales. Hubo muchos que pasaron la noche en vela apostados medievalmente dispuestos a la defensa de sus casas, armados de lo que encontraron a la mano, palos de escoba. Decretaron toque de queda en Cali esa tarde, aunque no me quedó muy claro en qué momento.
Pero pasó la noche, los caleños de la familia se reportaron bien, aunque asustados.
Llegó el viernes con su ajetreo, buscando casa, colegios, organizando otra vez la vida en otro país. No pudimos estar muy atentos a las noticias durante el día. Cansado de ver desde lejos tanto ruido de noticias y guerra de información y desinformación sobre el paro del jueves (21N), había desmontado el Facebook de mi teléfono, para no quedarme pegado de la pantalla todo el día. A la tarde al llegar al hotel, revisé la red y surgieron noticias extrañas. Primero que había toque de queda en Bogotá desde cierta hora en ciertos barrios y luego en toda la ciudad desde las 9 PM. Pero también que el transporte masivo y desastroso pero único en la ciudad, el Transmilenio, dejaría de operar a las 7 PM. Lo primero que nos preguntamos fue lo obvio. Cómo va a llegar la gente a sus casas antes de las 9 si no va a haber transporte público. Que levantaron el pico y placa, dijeron adicionalmente. Cualquiera que conoce y vive Bogotá sabe que eso significa interminables atascos y que para llegar a las 9 a las casas habría que salir con por lo menos 2 horas de anticipación. Eso los privilegiados en carro, ¿y los que dependen del Transmilenio? Luego llega la noticia según la cual el Rector de la U de Los Andes autorizaba a personas, bajo identificación, a pasar la noche en la Universidad, si había quedado atrapados en el centro. Lo mismo hicieron otras universidades. El miedo comenzaba a tener forma. No salga a la calle, que no los atrape el toque de queda por ahí, porque con los videos que se ven en las redes sociales, ya se intuía la represión y violencia que le iba a aplicar a los desdichados que estuvieran por la calle, porque no tuvieron opción (porque se las quitaron).
Mas tarde, llegan noticias parecidas a las de Cali, pero en Bogotá. En Cali creo que se repiten las historias del día anterior. Y siente uno como el miedo comienza a crecer. Sin embargo, también comienza a crecer otra cosa, la duda, que es parte del miedo. ¿Por qué camiones con gente organizada para atacar conjuntos cerrados? ¿Cómo esos camiones pueden circular por la ciudad si hay toque de queda?, ¿por qué decretaron toque de queda desde tan temprano? ¿Ya sabían que iba a pasar? ¿Cómo que las Águilas Negras se aparecen como salvadores a decir que van a proteger a los caleños?
El miedo se expande. Las personas solas son las que sufren mas. Porque en la ciudad se sienten inermes. La palabra y la sensación,se debe dimensionar. La ciudad protege en sí misma, ofrece la posibilidad de vivir en soledad con riesgos reducidos, porque puedes ir al supermercado a comprar tus cosas y volver a casa y seguir con tu vida sin que nadie te conozca, sin intervención de nadie. Pero también aterroriza a las personas que viven solas porque, cuando esa seguridad se rompe, esas personas son las que se sienten mas vulneradas. Y la palabra, inerme, que indica que no se cuenta con las armas surge como un peligro doble. No tienes cómo defenderte, pero peor aun sientes que tienes que defenderte. En el miedo, en el terror, en el pánico, no se reflexiona sobre las causas de esto. Sólo se sabe lo que muchos han dicho en estas horas, que no hay fuerza pública para defendernos. Pero no entendemos que la fuerza pública está fallando en su deber principal que defender a las personas. Peor aún, que la estructura del Estado no está organizada para que estas situaciones no se presenten, sino todo lo contrario. Las condiciones de desigualdad, de carencias muy amplias de acceso a necesidades básicas de vida como la salud, la educación, un salario justo y que alcance para una vida digna, transporte, etc. (un etcétera elevado a la ene). Estas condiciones llevan a que las clases medias se sientan privilegiadas y a la vez en un estado de amenaza desde las clases inferiores que sienten esa desigualdad. Y la clase media se siente entonces amenazada y trata de suplir la falencia del Estado, en lo inmediato, la seguridad. Se arman. Porque se ha difundido el miedo. Porque conocen la delincuencia, porque la viven a diario en el raponazo, en las bandas organizadas de ladrones que roban a las personas en sus carros en los semáforos, porque saben que muchas personas en condiciones de vida muy bajas, el terror se apodera de ellos, de nosotros. La imaginación toma velocidad, imágenes de películas apocalípticas se apoderan de nosotros. Un video en redes sociales confirma la imaginación, la expande.
Se le suma otro problema, la xenofobia. Se difunde la idea que los vándalos son venezolanos, pagados o no. Pero entonces la toma carrera la otra diferenciación, el otro, el inmigrante. Es muy probable que se haya dado esto, pero el resultado es estigmatización en la sociedad. Escuchas el acento y etiquetas: vándalo. Ya lo vi similar en Inglaterra con las personas de origen árabe. Es seguir el juego del miedo.
Seguramente muchas personas se preguntarán, y creerán que con la pregunta se salvan intelectualmente del problema: ¿si es cierto que hay bandas, hordas de personas atacando los conjuntos? ¿o es mentira? Pero creo que la pregunta no es válida, porque el miedo es real, aunque generado. Claro, es bastante obvio que no tiene sentido vandalizar un conjunto de casas. Si el objetivo es robar, es mas fácil irse a vandalizar almacenes. Pero si usted, yo cualquiera está en su casa y una persona se para al frente de su ventana a pegarle con un palo, ¿usted que piensa? ¿qué siente? ¿qué hace? Si ve a sus vecinos que salen a las cercas neo-medievales de los conjuntos armados y dispuestos a defender sus casas, ¿qué siente?, ¿qué piensa?, ¿qué hace?
La reflexión de hoy por la mañana, cuando aparece la luz, no puede ser: Ohh ¡que bueno! No pasó nada. Gracias (¿a quien?). Pero, ¡no hay a quien darle gracias! ¿Quién organizó esto? ¿Por qué se genera este miedo? ¿A quien le sirve? Es obvio que tiene que ver con el paro. Muchos deben estar pensando, y no creo que sea correcto juzgarlos, que ojalá todo pase, que todo vuelva a la normalidad. Pero también debe haber quien piense: debemos volver a salir. Este terror de la noche, es la muestra adicional del Estado que falla. Cualquiera que haya sido la razón. O porque fue el resultado de algo organizado por quienes ejercen el poder, o porque fue organizado por bandas de delincuentes. En todo caso el Estado vuelve a fallar. Permite, organiza, participa, o genera condiciones para que la población se vea amedrentada.
Ahora, una reflexión mas. Algunos han dicho en redes sociales que esto que sintieron los bogotanos y los caleños, es lo que viven día a día las personas en el campo colombiano donde la guerra sigue. Otros han dicho también que ni en sus peores épocas, las FARC o el ELN había logrado semejante grado de terrorismo en las ciudades. Unir esos dos puntos da como resultado algo simple. Es la misma guerra, la de años atrás, la que no se terminó por decisión popular en 2016. Se la pusieron en las narices a la clase media de Bogotá y Cali y la respuesta fue terror, fue mini grupos paramilitares organizados en las empalizadas de los conjuntos cerrados de las ciudades. Fue, ha sido, es violencia.
La única forma de contrarrestar esta situación es con la reflexión y la expresión de la crítica. No se puede negar el terror, no se puede revictimizar a quien lo ha sentido, porque es terror. No es razón. No es su culpa, es la de otros que se aprovechan de las condiciones de desigualdad e incapacidad del Estado de proveer condiciones de vida digna a las personas.

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